Águilas en mi ventana

Ya sé lo que me van a decir, que estoy loco, que no puede ser. Yo mismo no lo podía creer. La primera vez vi solo una, de lejos. Me llamó la atención, no se suelen ver pájaros tan grandes en la ciudad así que, casi sin proponérmelo, me mantuve atento. Así las observaciones casuales se repitieron varias veces con una incertidumbre producto de la distancia. Hasta que un día pasó volando justo por delante de mi ventana. Recién ahí pude apreciar la verdadera envergadura del animal. Era sin lugar a dudas una enorme águila.

Por supuesto que inmediatamente se lo conté a varios de mis conocidos pero solo obtuve una condescendencia mal disimulada por respuesta. Imagínense que la situación no mejoró cuando al poco tiempo apareció una segunda. Y para empeorar aún más las cosas las pésimas fotografías que pude tomar no parecían respaldar mis afirmaciones.



Por suerte ahora tengo algunos testigos. Amigos que las han visto desde mi propia ventana. Y no me vengan con halcones en lugar de águilas, o con especies autóctonas como chimangos o caranchos, no estoy interesado en semejante nivel de especificidad. Para mi desde el comienzo siempre fue, es y será un águila. Les digo más, ya llevo contadas cuatro. ¡Si! ¡Cuatro! Y estoy seguro que no debo ser el único que las ha visto. Tengo fotos, tengo testigos, son varias... pensaban que no podía ser verdad. ¿No? Bueno, estaban equivocados y yo tenía razón. ¡Yo tenía razón! ¡No estoy loco!
¡No estoy loco, eh!